Los últimos días compartí un departamento con Luciana. Mucha fiaca, lectura, aire acondicionado y poca playa. La lluvia en la isla se hizo desear, pero llegó con toda la furia esa última semana. La parrilla (asado) de despedida, tuvo de todo: carne argentina, chorizos, morcillas, fernet Branca, payadas hasta la madrugada e incluso Rodrigo sonando durante la velada entera... ¡Que noche, Teté! Fue imposible salir en el ferry de la mañana.
Con Lu viajamos toda la noche para llegar a Santa María del Coro, ciudad Patrimonio de la Humanidad, donde nos encontramos con Seba y Carla. Ahí paseamos por el Parque Nacional de los Médanos, una enorme extensión de arena, dunas, y escasa vegetación, desde donde vimos el atardecer y la luna llena.
Al día sigiuente nos fuimos para Punto Fijo, donde esperábamos encontrar un barco, ferry, velero o lo que fuera que nos llevara a Curaçao, pero en el puerto nos dijeron que era imposible salir de allí -legalmente- por mar. Lo prohibieron hace unos años por el gran movimiento de gente que facilitaba el ingreso ilegal a las Antillas Holandesas (también conocidas como ABC: Aruba, Bonaire y Curaçao). Así que decidimos enfilar para el aeropuerto, con la mala suerte (aunque ella diga que la suerte no existe) que en el momento que salíamos, Luciana se tropieza con un escalón, doblándose el tobillo. Un bombero del puerto la alza en brazos, alguien dice que hay que hacerle una radriografía, nos suben a todos en una pickup, nos vamos al hospital, y 2 horas más tarde sale con un yeso hasta la rodilla. Diagnóstico: esguince de grado uno, 15 dias con la bota.
Digamos que Punto Fijo no es el lugar más lindo de Venezuela para pasar una noche. Es puerto libre, así que el centro parece Ciudad del Este. El lugar elegido por este grupo de aventureros fue un hotel alojamiento con 1 cama matrimonial y 1 marinera, que nunca entendimos para que servía. Esa noche, haciendo dedo para volver al hotel después de cenar, conocimos a Kile, un concejal del PSUV que nos mostró encantado toda su ciudad, nos hizo escuchar su música y hasta nos invitó a su casa a tomar vino y charlar de política hasta bien tarde.
A las 5 de la tarde del día siguiente, finalmente, despegamos en una avioneta de unas 20 plazas. Más que un vuelo hicimos un salto de 20 minutos hasta Aruba y otro de 25 minutos hasta Curaçao. Y aquí empieza otra historia, o mejor dicho otra entrada...
te digo que los rulos de la foto 1 me copan mucho eh!! pero sin gorra que te los achate... Estás igual al Chavito de los `80s. Nos vemos re prontisssss!!!! nos vas a ir a buscar al aeropuerto??!!! besossssssss
ResponderEliminartarde!!!!!!!!
ResponderEliminarpero siempre vale 1 mimo!
se suman anécdotas...y yo que pregunto qué comes! El domingo , asado en lo de V&J!!!!!!!! Pero ya veo que no lo extrañás!
beso, beso, beso